Lamento alicanchino

Por Alejandro Rabelo García

Invocación a las mayorías silenciosas

Paloma Chen

Editorial Letraversal

Poemario, 2022.

112 págs.

El debut literario de Paloma Chen supone la culminación de una búsqueda, si no vital, sí bastante poética de lo que se ha dado en llamar literatura del caleidoscopio: Miradas a la vez intrínsecas y extrínsecas a través de cristales a un tiempo cóncavos y convexos, traslúcidos y reflexivos, cuyo juego de luces y colores -de formas y de imágenes- supone la propuesta de una autora que habla, sobre todo, de la otredad.

Si los clichés cada vez más manidos de la migración y sus (des)encuentros podrían considerarse la capa principal, iniciática, que recorre la selección, el tópico de “el infierno son los otros” revisten de potencia y sublime estremecimiento una postura que denuncia el etnocentrismo -europeo pero también chino-, la blanquitud, el dogma ideológico, el sexismo, la impostura idiomática e incluso un cierto “nacionalismo cultural”

Hola, primera china punk; hola, primera china metalera;

(Nihao, Pág. 32)

que se revelan justamente por provenir de la voz que desde la otra perspectiva nos confiesa -el término que más se ajusta al tono de sus textos, pese al muy desafortunado título del volumen- la normalización a veces prosaica del prejuicio.

Revelan asimismo un dominio de la forma: Resulta asombroso su navegar por el español y más aún con las fortísimas influencias orientales en su lírica, que propenden al sinograma (S E R, el más logrado, Los consejos de NaiNai, Furia, Acento), al yyànyŭ, al haiku, al aforismo

Debatir es un cliché que se aprende a dominar

copiando y pegando.

(Nada, Pág. 38)

Os despertará el sonido del inofensivo granizo

(Eterna invitada, Pág. 101)

mientras renueva, desde sus propios contrastes, las técnicas del pareado y la letrilla (Tan caros al Modernismo americano y poco más allá), del verso libre sumamente rítmico (El favorito de Los Contemporáneos, especialmente Villaurrutia y su Nocturno en que nada se oye) y de la estrofa conversacional (Romanticismo en estado puro), que sube y baja, que entra y sale, y que ella no niega, citando las …golondrinas de Bécquer y el …fingidor del Pessoa de cuando experimentaba su propia búsqueda, precisamente, con los estilos de la métrica hispana; y estirando las posibilidades visuales aportadas, por igual, del caligrama surrealista y del hanzi: No es casualidad que el poemario abra con 2 piezas donde emplea estos recursos para nada gratuitos.

Formas que nos permiten contemplar la travesía de Chen mostrada en cada apartado, desde la identificación de un cierto vacío de identidad hasta el emerger del animal que merece estar en peligro de extinción, un animal político, consciente, participativo, que sin embargo se topa con la farsa activista: Simuladora, medio racista e inconsecuente, que la coloca -y a las causas que defiende- en dicho peligro.

A la mitad del libro, somos testigos de la transfiguración, literal y metafórica, que propone la autora, un enorme bagaje cultural nutriendo no sólo sus versificaciones (Por lo demás, muy usuales), sino las referencias perceptibles dada la masiva difusión de la historia china y la cultura pop: Se trata de Obscenidad, la llamada a cuentas de su sincretismo (¿Involuntario? ¿Voluntario?), presentada en su versión mandarín y luego su transliteración, lingüística pero también de ideograma, al español.

Un hito más del juego lírico de Chen que desemboca en un prodigio inusitado: El poema bifurcado, ése cuyos versos pueden dividirse a la mitad y descubrir, desde la lectura vertical -justo como se hace con la escritura china, japonesa y coreana-, un poema adicional: El caleidoscopio donde al poema original se suman los de las columnas derecha e izquierda. De nuevo, procurado desde las raíces mismas de la lírica española (El Siglo de Oro, Sor Juana) pasado por el tamiz del postmodernismo, al cual la autora (Estampida furibunda, Pero habla y, sobre todo, Despedida) le estaría fincando una de sus primeras actas de defunción.

Porque, como sostiene en Policarbonato por medio de un neologismo personal (Alicanchina), la poetisa edifica -¿Voluntariamente? ¿Involuntariamente?- los  niveles de su Lamento, género obscuro y abundante dentro la poesía de casi todas las lenguas, hurgando en el arcón de una memoria confusa, subtitulada, de sueños en español aunque la hieran, y obsequiarnos el precioso jardín (Figura por antonomasia de la literatura oriental) de flores nuevas sobre tierra vieja; vieja pero universal, pues el lamento no sólo condensa tristezas y secretos: También deconstruye -plañe algún arrepentimiento- junto a lo deconstruido -lo muerto o lo hierático-, el ineluctable duelo de todas las personas:

Busco…

…un castigo cómodo en tu incómodo

silencio

(Fácil, Pág. 27)

La obra de Paloma Chen se parece a algo alguna vez leído, pero no recordado sino en las ocasiones específicas, como sucedería con Yeats (Oigo el agua del lago que acaricia la orilla/ y, al seguir en mi ruta o sobre el asfalto gris,/ la escucho muy dentro de mi corazón: La isla lacustre de Innisfre, en La condesa Kathleen…, 1892) o con Chumacero (Tu alma en mí dejó su fría imagen,…/ y si al espejo miro y me reflejo,/ allí encuentro tus ojos, tu silencio de cera/ con un reposo de apagado aliento,…/ ¿No caen hojas como frases muertas,/ y mis ojos en ti no fueron rosas/ ahogadas en tu aroma?… / Porque al mirarte contra el agua, miras/ mi pensamiento en tu alma suspendido: Espejo y agua, en Páramo de sueños, 1944), dados también a la síntesis, a la metafísica y a la evocación profunda y conflictiva.

O, para usar otra figura muy oriental, como el guijarro lanzado al agua cuyo cuerpo inevitable, lógicamente, desciende hasta el fondo perdiéndose a la vista, pero cuyas ondas provocadas continúan sonando y sacudiendo sobre la superficie mucho tiempo después.

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