Migrantes

Por Diego A. Moreno

Migración

1. Viaje periódico de las aves, peces u otros animales migratorios.

2. Desplazamiento geográfico de individuos o grupos, generalmente por causas económicas o sociales.

Desde la prehistoria hasta nuestros días, tan efervescentes, emigrar de un espacio a otro ha sido una necesidad humana, tanto para sobrevivir como para descubrir. Hay tiempos en que uno busca qué comer, otros cómo crecer. Reyes, líderes, profetas o anacoretas, inmigraron hacia civilizaciones que nunca hubieran imaginado, con el fin de salvar a su pueblo del exterminio o para propagar una nueva palabra que transgrediera a todo lo que fue alguna vez sincrónicamente establecido en lo moral, ético y estético, para su momento.

En cuanto al afán de entrever lo que hay más allá del horizonte…

Está el entender a este mundo que nos tocó, disfrutar de otros maravillosos ecosistemas; reagruparse para irse a zonas con mejores frutos y cosechas; empoderar huestes bélicas y colonizar zonas inhóspitas o, con mala fe, invadir en lugares ya habitados por civilizaciones que todavía claman por la dignidad histórica que se les ha desproveído.

Y así, desde infames ‘descubridores’ que descubrieron lo ya descubierto, y así los curiosos que mercadearon sin escrúpulos culturas desde oriente a occidente, y viceversa. Pero esa historia será para otro momento.

Ni hablar, para bien o para mal, siempre hay un motivo para viajar, una razón para desplazarse y romper paradigmas; sin embargo, no es lo mismo migrar, al menos en lo que nos compete en la modernidad, porque la migración comprende tanto un deseo como una necesidad social y económica, todo a causa de un orden mundial que va en picada, y muy para abajo. Muchas almas viven al día en sus infructuosos intentos para salir avante, y cuando algo o alguien se los impide, tienen que virar, cambiar de ruta, de rumbo. De ahí, gente del mundo actual va por aquí o por allá, desde lo gélido hasta lo caluroso, buscando la solución de sus conflictos internos o externos, y descubriendo que el mundo no es tan grande como lo creían, y que en este pedazo de tierra vivimos hacinados, pero separados por líneas imaginarias bastante trasnochadas.

Hay un universo por descubrir al viajar, y un acto de supervivencia al migrar; de aquí a la Patagonia y, en un no tan distante futuro, de esta bella esfera opalina llamada Tierra hasta  la infinitud de la materia oscura que nos rodea.

No obstante, esto conlleva de mucho, mucho sufrimiento.

De esta práctica tan antigua en la humanidad, hoy en día las personas no nada más buscan el bienestar individual, aun con los capitales que tanto nos acosan para mantenernos frívolos e indolentes, sino ver por los colectivos, abrazándose y comprendiendo sus situaciones adversas; creando círculos de apoyo, ayudándose los unos a los otros con lo poco que les sobra; y si es que tienen suerte de que algo les sobre. Así convergen las ideas y se forman los movimientos.

Movimientos migrantes. Cultura.

Primero comienza en el aura política, que no está desapegada con el arte, que del arte se transfieren los sentimientos más esenciales y primitivos de cada activista migratorio, entreverando sus ideales. Entre todo este menú artístico están las letras, cuya capacidad infinita e inmarcesible sirve para relatar las anécdotas más poderosas, sea en la migración o hasta en el exilio. Historias con un vigor excepcional emanan de cada crónica, cada relato; testimonios que representan lo más bello de los orígenes, anhelando aquello que fue perteneciente y ahora distante, como también las dificultades de estar en un lugar del que no se es parte, pero donde hay oportunidades, y por lo tanto, nace la esperanza.

Ciertas narrativas idealizan a la migración, no obstante, dentro de ella hay más tragedias que consuelos, y no deriva siempre en las mejores condiciones, después de todo; migrantes que sufren por estar lejos de sus familias; migrantes a los que no se les respetan sus derechos humanos solo por ser diferentes; migrantes vituperados por su pigmentación, su habla, sus usos y costumbres; migrantes que, como guerreros, aguantan cruentas luchas sociales en las que el Estado poco o nada les favorece en su ya de por sí vulnerable posición.

Por estas razones y más, en PlaformaCero abrimos nuestros brazos hacia a aquellas voces  que necesitan ser escuchadas; que sus pericias se transformen en palabras escritas en tinta y papel, y lleguen a todas, todos y todes, para que aprendamos de su tenacidad al subsistir fuera de sus tierras natales, luchando entre las clases por el preciado pan, que a veces ni a su boca va, si no a la de sus familias, esperanzadas de que llegue desde allá un poco de plata para sobrevivir otro día más.

La humanidad vive alejada de estos poetas errantes, mas nosotros, los plataformeros, estaremos aquí siempre para ellos, construyendo mano a mano obras que impriman en sangre y en lágrimas relatos de migración; y de aspirar por un mundo mejor, conviviendo en una fraternidad universal.

En cuanto a mí, el que escribe este texto, no hay mucho que decir: soy Diego, de apellido Moreno, segundo nombre Alberto; vivo al norte de México, en una de las zonas más áridas, donde la leña y la carne asada son fragancia en sus pueblos, y los venados bailan al son de los tenabaris; y que mi ideal, siempre, siempre será ayudar al prójimo para que sus anhelos sean escuchados. PlataformaCero es mi lugar para hacerlo.

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