Por Edgardo Villarreal
Crear mundos ficticios podría parecer fácil, sin embrago, no lo es; por lo menos no si se pretende conseguir coherencia. No sólo se trata de imaginar eventos más allá de la realidad o que reten a la lógica. Se debe de construir con cimientos, con bases sólidas para brindar firmeza a la argamasa de esos nacientes universos. No importa si se escribe ficción histórica, fantasía, ciencia ficción, horror, o cualquier otro subgénero que de estos se desprenden, siempre hay que hacerlo con sustancia.
No basta decir que en las sombras acecha un monstruo, que un caballero cabalga por un mágico bosque o que unos exploradores han descubierto un nuevo planeta; detrás de esas simples frases siempre, siempre debe de haber un «por qué», un «cómo», un «cuándo». Ya sea cuento (esto es en mi experiencia) o novela, sin importar la extensión del texto, invariablemente, se escriba o no se escriba, debe de existir un «antes» y un «después» de aquello que se está hablando.
Imaginen por un segundo cómo sería la máxima obra de la literatura fantástica moderna (debatible opinión personal) si J. R. R. Tolkien no hubiera creado ese mundo tan vasto y complejo alrededor del hobbit y del anillo y, en cambio, su legado sólo fuera la simple historia de un hombrecillo de pies peludos con la misión de destruir el objeto del mal. En definitiva, Lord of the rings es un ejemplo de cómo se debe de construir un universo; mas esto no quiere decir que los pasos de Tolkien para escribir ficción especulativa se deban de seguir al dedillo, porque, además de no ser perfecto, al final cada uno tiene su estilo, sus formas y sus metas.
Desde siempre estos géneros me han cautivado, y ya sea en cine, televisión o literatura, termino imaginando en qué podría aportar yo a ellos por medio de mi escritura. Esto fue una de mis mayores motivaciones para comenzar a hacerlo; sin embargo, en aquellos días me encontraba temeroso, porque no es lo mismo leer o ver una obra así a intentar hacerlo uno mismo. Altos estándares autoimpuestos. Sobra decir que evité lo más posible contar historias de este tipo, no obstante, no pasó mucho tiempo antes de hacerlo por primera vez y sucedió aquello que más temía.
Recuerdo muy bien ciertos señalamientos hechos por los primeros lectores de mis primeros cuentos: personajes inverosímiles, escenarios comunes, puntos muertos en la historia. Comentarios que evidenciaban mis errores y, claro, golpeaban ese nefasto ego tan particular de los escritores novatos. Pronto aprendí, y sigo aprendiendo, a resolver esos fallos (a manejar ese ego) y mis textos marchan por un mejor camino. Es un proceso lejos de finalizar porque la exigencia incrementa así como también lo hace la complejidad entorno al texto.
En retrospectiva, considero que ahora construyo mejores historias asentadas en mundos más estructurados. Ya no me es posible no pensar en las consecuencias de las acciones de mis personajes y en aquello que los condujo a actuar de ciertas maneras, en cómo repercuten sus decisiones en su mundo. La gran mayoría de veces estos pensamientos no los escribo, pero me sirven para, por lo menos en mi cabeza, tener un mundo creíble sostenido por sí mismo. Incluso, el peso de esto es tal que he escrito precuelas o secuelas de cuentos que, en el momento de su concepción, creí auto conclusivos.
Nunca diseño mis textos con un plano previo, no es mi estilo, sólo dejo desarrollarse a la historia por sí sola. Es muy usual en mi proceso detenerme a «sentir» al personaje, es muy usual que busque sus puntos flacos, esos que lo hacen más humano. Algo en lo que no se debe de exagerar (una de las lecciones más duras que aprendí) porque seguramente se convertirá en un vicio.
Escribir ficción especulativa puede ser una trampa. Existe una línea muy fina entre aquello que hace buena a una historia y lo que la hace mala. Yo, en lo personal, he dejado de leer novelas de fantasía porque me molesta la bondad excesiva de los héroes y la extrema malevolencia de los villanos. Debe de haber matices, tocar la escala de grises; después de todo, entre la luz y la oscuridad siempre habrá sombras.
Escribir ficción especulativa también puede ser una de las mayores satisfacciones para un escritor. Ver el producto final, ese mundo del que se pensaron todos los detalles, poblado con personajes entrañables, es maravilloso. Porque no sólo es un proceso de imaginar, sino un entendimiento de cómo encajar correctamente cada una de las piezas que conforman ese universo.
Debemos de escribir de viajes en el tiempo, de elfos y magia, de guerras en el espacio, de pesadillas encarnadas, de monstruos, de los demonios internos del ser humano, pero hay que escribirlo de la manera correcta. No olvidemos que, desde la antigüedad, este tipo de historias nos han acompañado y han dado vida a muchas obras que el día de hoy se consideran clásicas. Cada civilización del mundo creó sus historias fantásticas y, aunque en aquellos momentos no se les consideraba ficción, sentaron las bases para lo que ahora sí lo es. No caigamos en el error de pensar que estas obras no son serias, escritas para un público inculto, simple lectura para niños. La ficción especulativa merece tener un gran lugar dentro de la literatura. Con el paso de los años, se rompen estos prejuicios, pero aún hay quienes piensan de esta manera y, lamentablemente, existen muchos escritores allá afuera escribiendo a la ligera y dando así pauta a tan mala concepción.
Pensemos un poquito en lo bien que nos hace leer y escribir estos géneros, salirnos por unos momentos de la apabullante realidad, alimentando un poco nuestra imaginación más allá de nuestros límites. Porque de una u otra manera, la fantasía siempre ha revolucionado a las sociedades.
Ahora más que nunca noto que un mayor número de escritores del mundo hispano hablante se adentran en estos géneros, no obstante, aún nos falta camino por recorrer; obras de calidad de personas que se lo tomen lo suficientemente en serio y no como un simple pasatiempo, como para reducir esa ventaja que nos llevan los anglosajones. Claro, a través de los años ellos nos han entregado historias magistrales, algunas que amo con locura, pero quién dice que nosotros no podemos; el mundo de la ficción especulativa no les pertenece y debemos demostrarlo. Tenemos mucho por ofrecer. Es momento de atrapar la atención de los lectores del mundo y hacerles saber que les brindamos algo digno de ser leído.
Rompamos miedos y estigmas, pero, sobre todo, escribamos la ficción especulativa con el debido respeto.
Excelente texto, gracias por compartir. Lo llevo a 🌙 en mengua. Saludos
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Gracias a ti por tomarte el tiempo de leernos. Y gracias por divulgar, porque sólo así crecemos todos. Un abrazo.
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Reblogueó esto en Algún lugar en la imaginacióny comentado:
Después de estar tan ocupado escribiendo para mi proyecto personal, regreso a Plataforma Cero con un nuevo artículo.
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