Tradición sin ruptura

Por Alejandro Rabelo García

En esta reseña, Alejandro Rabelo García se pasea por entre los versos del poeta limeño, Gio Collazos; un hombre que habla de sus raíces como un punto irreversible en su existencia, y afirma, sin titubear, en dónde se encuentra su refugio más certero: «Mi patria es mí poesía. Donde esté mi poesía, ahí viviré yo».

El plebeyo, Blogspot, 2007.

 

 

Rropas

Giovanni Collazos

Editorial La Garúa

Poemario, 2021.

78 págs.

tú apoyado profundo aquel trabajo cual contractura violentamente delata finiquito túmulo sin pagarte los domingos cuántas almohadas se infectan recíprocas suculenta hora beneficiarte doblas las rodillas limpias friegas diferentes voces.

(Sabes, Pág. 61)

Si usted pudo aprehender esta poesía luego de la obvia exigencia de 3 ó 4 relecturas, posee más de lo necesario para disfrutar del 5° y más reciente poemario de Giovanni Collazos, publicado el año pasado en un ingente esfuerzo de la editorial de Barcelona por mantener en circulación lo que Octavio Paz nombró como “fuerte aliento incandescente”: El surrealismo.

Heredero de tal tradición casi por línea consanguínea, el peruano radicado en Madrid pretende con este volumen expandir una propuesta construida desde Contra la niebla (2013) y definitivamente refinada en El tísico bolchevique (2016), rompiendo sus propios moldes y rehuyendo de la estructura poética, acorde también con una tradición relativamente reciente de la lírica en España: El ensayo, primero, de Vicente Luis Mora a propósito de la esclerosis de dicha lírica, Singularidades (2006); y después, el ensayo de Agustín Fernández Mallo, Postpoesía (2009), un manifiesto sobre las posibles respuestas para dicha esclerosis.

Surrealismo, postpoesía y unas porciones no menos generosas de barroco

Asimilas la voluntad del fantasma

la letra múltiple de los artificios

huecos en los cálculos operan el despojarte

(Descomposición, Pág. 68)

Qué hace peruano cervical de mí

si giro el músculo y del tobillo nace un redoble

qué señala tu dedo criminal la piel

cada frente sudor

sintomático sistema de embarcar la lejanía…

(Microbusero, Pág. 52)

del siempre infalible verso libre in extremis, que en realidad rehabilita las posibilidades de la forma gráfico-visual

       …poema

     en

          la

              caída…

(Constelación, Pág. 48)

…caigo

             sin orquídeas

                                      en combate

                                                            y desconfianza…

(Lirios, Pág. 34)

…fuimos generosos

                                   en nuestras cabezas

                                                                      fulminantes

(El viento viste largo, Pág. 40)

y altísimas dosis de flujo de conciencia, jamás dejando de ser el recurso aparente que siempre fue desde sus orígenes -al servicio de la expresividad- para quedar al descubierto la libre asociación de palabras y frases, de aforismos muchas veces, que revelan al subconsciente no sólo de Collazos sino de sus lectoras y lectores

…las caletas de hombres pararrayos de hombres fluviales del tobillo de cada exceso de cada socavón pensado en anémonas libando el ano en bruma y la alcurnia del entierro de la mañana es la mano del abismo lo que sostiene un corcho de humo sobre el café…

(Algas, Pág. 33, único texto al que se añaden signos de interrogación)

…qué hacemos en la sustracción del niño si descomponen su carne no sabe lo construyen muralla como propiedad balbucea legible los túneles los sonidos a deshoras para brotar más allá el sufrimiento

(Ondulaciones, Pág. 19)

integran una colección que pertenecería, también siguiendo a Paz, a la “tradición de la ruptura” mediante la misma caja de herramientas: La escritura automática, contravenir las reglas gramaticales -especialmente, la casi ausencia de signos de puntuación-, los sintagmas dinamitados (O, para complacer a l@s pretencios@s, deconstruidos), la yuxtaposición tipo “cadáver exquisito” o el más individual “de recortes”, y un largo y muy visto etcétera cuya conclusión la brindó el Nobel mexicano hace 60 años y nadie parece controvertir demasiado, ni en la teoría ni en la práctica: “El arte es un juego -y otras cosas. Pero sin juego no hay arte”.

Pero más han revelado los juegos de Huidobro, Vallejo, Cernuda, Maples Arce, Aleixandre, Westphalen, García Lorca, Owen, Gorostiza, Alberti, Lezama Lima, De Rokha, Dolan Mor, Mario Santiago Papasquiaro, Raúl Zurita, Leopoldo María Panero, por quedarme en el universo hispanoparlante sin mencionar a Tzara, a Elytiss ni a Naum -de quien incluye un epígrafe al final del volumen-, presentes en ellos el sentido, la ortografía y, sobre todo, la imagen como búsqueda de innovaciones a partir de referencias comunes, comunes en tanto manidas, reusadas, comunes en tanto conocidas, usadas, por las mayorías: No únicamente zurcir palabras, términos y frases para generar una impresión (Lo que sería un manierismo) distanciada del discurso y la propuesta, salvo si son su discurso político y su propuesta contestataria, que deben darse a entender, y muy bien, o no podrían justipreciarse.

El artificio, por otra parte, de tan recurrente abandona su categoría de “nodo para cartografiar su enunciación” y se reduce al de “vieja confiable”. Por ejemplo, juntar 2 sustantivos (Sin guión ni diagonal ni mayúsculas, para mayor gloria de la “deconstrucción”) no relacionados entre sí (O ésa sería la “sorpresa”), originando nuevas evocaciones: rol ladera, rol pernocta, pecho alambre, potencia obsidiana, rostro colibrí, diente cerezo, selva canción, equilibrio murciélago, gramática sangre, amor desfiladero y así por el estilo.

Un segundo dispositivo, ya presente desde Migrante (2017) y abundante en los poemas en prosa de Rropas, opera como los juegos literarios juveniles que consistían en variar el sentido de un texto poético según, precisamente, el acomodo de los signos de puntuación, aquí expropiados. El truco radica en la estructura, dotada de un orden que precisa sintagma y no aleatoriedad, intención y no espontaneidad: Multiplicidad de textos, distintos niveles de lectura e interpretación, métrica y ritmo sumamente flexibles, condensan su principal virtud.

Cualesquiera de los fragmentos citados serviría a modo de ilustración, pero emplearé 2 casos señeros, el primero justamente en prosa (Desechos, Pág. 54):

…la música como un reloj de luz apaga madre del miedo cóncavo sin saber de geometría dulce teoría del sonido en sus números traqueales penetra índole aplastante aunque la luz desvía este barro el peso alfarería de los pasos camina esta flotación de golpes repetidas las veces ya arrancada la burbuja del estómago crea otra y otra succiona el olor de bronce igual un agujero expande dominio esa materia oscura sin cálculo ni referencias en el pálido crepitar como muchacho calcáreo en los signos de la infancia…

texto original -nótese la combinación peso alfarería según el recurso ya descrito- que puede modificarse, signos mediante, así:

…la música como un reloj de luz, apaga, madre del miedo cóncavo sin saber de geometría, dulce teoría del sonido en sus números traqueales penetra, índole aplastante aunque la luz desvía este barro, el peso alfarería de los pasos camina esta flotación de golpes, repetidas las veces, ya arrancada la burbuja del estómago, crea otra y otra, succiona el olor de bronce igual, un agujero expande dominio, esa materia oscura sin cálculo ni referencias, en el pálido crepitar, como muchacho calcáreo en los signos de la infancia…

o así:

…la música, como un reloj de luz, apaga madre del miedo -cóncavo sin saber de geometría: dulce teoría-, del sonido en sus números traqueales; penetra, índole, aplastante aunque la luz desvía este barro; el peso, alfarería de los pasos, camina esta flotación de golpes, repetidas las veces, ya arrancada la burbuja, del estómago crea otra y otra, succiona el olor de bronce, igual, un agujero expande, dominio, esa materia oscura, sin cálculo ni referencias en el pálido crepitar, como muchacho calcáreo, en los signos de la infancia…

o así:

…la música como un reloj de luz; apaga, madre, del miedo cóncavo -sin saber de geometría dulce teoría-, del sonido -en sus números traqueales-, penetra -índole aplastante- aunque la luz desvía, este barro -el peso alfarería de los pasos-, camina esta flotación -de golpes, repetidas, las veces- ya arrancada la burbuja: del estómago crea otra y otra, succiona, el olor de bronce igual un agujero expande; dominio: esa materia oscura, sin cálculo ni referencias, en el pálido crepitar, como muchacho, calcáreo en los signos de la infancia…

etcétera. Y el segundo de ellos, en verso (Compañera, Pág. 37), de intento caligramático además, donde la claridad alcanza incluso al tropo alusivo al título:

…porque los cisnes escupen blasones

la entrega una cortina abierta

sin razones quizá un viento

                                                  cerca sus pies cerca se alejan

las fuerzas todas la lucha

las piedras se labran castillos se forman

en el precario miedo

la herida forja

                            sin importar los muertos  

                                               ni su ternura densa

                                                    las turbas de la inquietud.

texto original, síntesis erótico y político de cuanto para Collazos simboliza una compañera “sin rol”, que podría releerse así con nueva puntuación

…porque los cisnes escupen blasones;

la entrega: una cortina abierta

sin razones, quizá un viento

                                                   cerca, sus pies, cerca, se alejan;

las fuerzas, todas, la lucha,

las piedras, se labran castillos, se forman

en el precario miedo;

la herida forja,

                             sin importar los muertos  

                                                ni su ternura densa,

                                                     las turbas de la inquietud.

o así (Donde fuerzas permuta su función de sustantivo en plural al de la segunda persona del modo indicativo de forzar)

…porque los cisnes escupen, blasones,

la entrega una cortina, abierta

sin razones, quizá un viento

                                                   cerca sus pies, cerca se alejan;

las fuerzas todas, la lucha,

las piedras se labran castillos, se forman;

en el precario miedo

la herida forja;

                            sin importar los muertos  

                                               ni su ternura, densa

                                                    las turbas de la inquietud.

o así (Donde el recurso de los sustantivos mezclados aporta a pies cerca -cerca en tanto valla, muro, barrera, también aplicable a viento cerca– nuevas direcciones)

…porque los cisnes escupen: blasones,

la entrega, una cortina -abierta,

sin razones quizá-, un viento;

                                                     cerca, sus pies cerca se alejan;

las fuerzas -todas: la lucha,

las piedras- se labran, castillos se forman

en el precario miedo;

la herida forja

                            sin importar los muertos,  

                                              ni su ternura densa

                                                   las turbas de la inquietud.

etcétera, a gusto -revelación subconsciente, insisto- de quien lea la obra, por medio de cuyo juego renueva las posibilidades, siempre inquietantes, del sendero poético que Collazos se dispuso a recorrer desde su ópera prima.

Pero esta constricción ortográfica, mecanismo originalísimo por lo demás, desmentiría 2 asertos que circulan acerca de este poemario, el cual, pese a su valor intrínseco, no termina por consagrar el nivel de los inicios del autor. 1, el enfoque surrealista, onírico e incidental, en contrapunto con el juego propuesto por Collazos, evidente y mucho más enriquecedor como experiencia lírica. 2, el supuesto “riesgo del lenguaje”, que podría registrarse por destellos muy bien indicados en cursivas –omvre, por ejemplo-, desbaratado una y otra vez por las costuras visibles de un verso que debe comprenderse.

Lamentablemente, estos malentendidos ocultan, o no identifican, atributos mayores: El nuevo tropo de la “culpabilidad masculina” -semejante a la “culpabilidad alemana”- como contribución al patriarcado; la represión sexual y psicosocial todavía vigente en tiempos de hiperconectividad; las desigualdades y las arrogancias de una potencia europea (Nada se agradece más que esquivar los lugares comunes de denuncia del racismo, la xenofobia, el clasismo y el etnocentrismo), impropias por cuanto se asume oficialmente contraria a esas prácticas; la reivindicación de los americanismos no como mixtura sino como acta de nacimiento; y el precio de la identidad, respecto a sí y a los demás, y de las relaciones a partir de ésta en una época de gratificaciones instantáneas, amores líquidos y palinodias necropolíticas.

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